“¡Hasta que punto están en migración todas las cosas! ¡Cómo se refugian en nosotros, cómo desean todas ser salvadas de su vida exterior y revivir en ese más allá que encerramos en nosotros mismos para hacerlas más profundas!”, así se expresaba el maduro Rilke en una carta a la pintora Sophy Giauque en 1925. Leía estas reflexiones del poeta y pensaba en la obra escultórica de Teresa Arrojo: ¿Cómo expresar la fugacidad del tiempo, la dureza de la vida, las marcas, las heridas, los cambios que esta propicia, la forma sensual de sus flores? Vemos tallos altos cómo tótems, gajos de arcilla refractaria que se apilan en planos seriados y giran en amplias espirales de crecimiento... “Porque ¿cómo salvar lo visible, si no es transformándolo en el lenguaje de la ausencia, de lo invisible?” (otra vez Rilke) Es la naturaleza la que se manifiesta en estas obras cerámicas: contenidos de vida vivida y de vida por vivir, brotes “flores de la vida” que son espejo y testimonio del alma de las cosas floreciendo en el alma de Teresa. La mirada femenina, la organicidad de su cuerpo, de su sexo y de la tierra en sus manos. Luego están esos mundos, semillas, asteroides o puros estados de la mente que ocupan muros, techos y terrazos. - Transformo mis ideas y mis sentimientos en objetos tridimensionales que se integran en la naturaleza en completa armonía y con el más profundo respeto... busco la interacción y el movimiento. Es la vida, el cambio abarca todo movimiento y toda interacción - nos señala Teresa. Sus plantas y sus cráteres comunican el espacio interior con el espacio exterior. Flores y esferas nos miran desde sus volúmenes huecos. Es el vacío y las formas que su corazón genera en diálogo con el espectador y sus experiencias."
Ricard Martínez Pinyol Algaida